UN AGOSTO PARA OLVIDAR.

Agosto del año pasado fué para olvidar: durante un mes que parecía habitual, me vi sobresaltada por dos intempestivas visitas a una clínica (¡una de ellas de madrugada!) para llevar a mi madre, a quien sus casi ocho décadas de vida no la encontraron ese invierno en un buen pie.

La primera fue una aguda dolencia gástrica producto de los muchos medicamentos que a esa edad se toman; a veces sin control; y la segunda, con pocos días de diferencia, una caída inesperada.

Esas tensas situaciones me llevaron a alejarme de mis labores en el telar y a tener que dedicar tiempo completo tanto a la atención de ella como a los quehaceres propios de mi familia.
No fue fácil entonces, y aún hoy no lo es. Pues mi madre es de aquellas personas con fuerte carácter que no se siente envejecer, por lo que sigue realizando rutinas diarias que para ella no son recomendables, sin aceptar consejos.

¡¡Hijos... espero no ser tan difícil a esa edad!! (Si es que llego)

Ya entrado el mes de septiembre, fui reorganizando mis tiempos para poder, a ratos, retomar mi trabajo en el telar, entre ellas, terminar dos bufandas de algodón con estructura calada (Huck Lace).